el que se educó, una persona de ese tipo, que no pretendió destruir la religión judía (la Ley y los
Profetas) sino perfeccionarla.
En mi caso personal, he de decir que mis creencias se relacionan con el medio cultural en el que me
desarrollé, pero a lo largo de la vida mi opinión sobre la tradición recibida fue evolucionando, lo cual
es inevitable cuando uno está atento a estudiar las cosas y a uno mismo.
Si hubiese nacido en otra época, pongamos hacia el comienzo de nuestra Era Cristiana o algo antes,
posiblemente, y digo posiblemente porque es difícil saber lo que hubiese ocurrido en otras
circunstancias, me hubiese sentido atraído por la religión monoteísta que contrastaba con los
politeísmos imperantes entonces. La religión monoteísta por excelencia en aquella época era el
judaísmo, que tenía su culto en el Templo de Jerusalén. Muchos no judíos, los más cultos de aquella
época, acudían en ese templo para adorar al Dios único, hasta el punto que fue necesario añadirle al
templo un patio suplementario, al que llamaron “Atrio de los gentiles” para acoger a aquella masa de
extranjeros que se sentían fascinados por el monoteísmo. La población de Judea llamaba “magos” a
aquellos extranjeros porque la mayoría de ellos procedían de Mesopotamia, donde la religión
monoteísta de Zoroastro (los magos) estaba siendo reprimida por el régimen helenista de los partos.
Lo que el Evangelio de Mateo cuenta sobre los magos de Oriente es una leyenda basada en este
fenómeno de la afluencia de extranjeros a Jerusalén.
Nacido en el siglo XX y educado en la religión predominante en mi medio, durante las primeras
décadas de mi existencia ser religioso para mí fue asumir las creencias y la práctica de la religión que
me sirvió de referente de lo transcendente: el cristianismo en su versión católica romana. Pero, como
dije, se evoluciona según va pasando el tiempo. Actualmente sigo siendo miembro de esa Iglesia pero
en vez de definirme como católico, o como cristiano, prefiero definirme como “seguidor de Jesús de
Nazaret”, y ese seguimiento me es indiferente en qué confesión cristiana concreta se enmarca. El
culto y el dogma me es indiferente con tal de seguir sinceramente la enseñanza del Maestro de
Nazaret. Hasta hace algunos años acudía a un acto que se realizaba en los templos católicos una vez
al año para rezar por la unidad de los cristianos. A partir de determinado momento dejé de verle
sentido a ese acto, por la sencilla razón de que yo no me siento separado de ningún cristiano. Las
diferencias entre mi iglesia y otras cristianas son cosas que se refieren al dogma, el culto y la
jerarquía. Pues bien, tal como veo la esencia del seguimiento de Jesús, el dogma, el culto y la
jerarquía no tienen ninguna importancia, se puede prescindir totalmente de todo eso y seguir siendo
un seguidor del Maestro y activista por la construcción del Reino de Dios que él proclamaba; los
primeros discípulos de Jesús no tenían ninguna de esas tonterías.
3. ¿Te consideras una persona cristiana? SI
a. ¿Qué significa para ti serlo? Trabajar por la implantación del REINO DE DIOS.
Valora lo que ello supone en tu vida… UN CAMINO, EL CAMINO.
b. ¿Lo fuiste? ¿Por qué no lo eres? LO FUI SIEMPRE PERO SIEMPRE EN PROCESO
DE ESTUDIO Y EVOLUCIÓN.
Se supone que soy cristiano desde que me bautizaron a finales de mayo de 1943, pero en esa época,
como es lógico, yo no me enteré de nada y no recuerdo nada. Empecé a tomar conciencia sobre el
hecho religioso cuando tenía cinco años de edad. Desde entonces mi cristianismo fue un proceso
constante de estudio y evolución, y seguramente seguirá siéndolo mientras viva y conserve mis
facultades mentales.
En ese largo período de 73 años hasta hoy, pasé por bastantes etapas. Tuve una época infantil de
siete años de estudio en un colegio religioso (hermanos de LA SALLE). Teníamos misa diaria todas las